lunes, 25 de enero de 2010

El pasado te condena

Una vez le dije a un amigo, escribiré algo solamente para molestar si es que gano el concurso de poesia. De un comienzo lo tomaba como broma, y al momento de publicar los ganadores, recuerdo claramente estar jugando taca taca, cuando llega la Miss Jubi (en realidad no recuerdo como se escribe) diciendome que me habían nombrado, que fuera a buscar mi premio. PLOP.

De aquellos presentes no queda nada más que un block de notas perdido y las ganas de escribir, sin pensar de que quede bonito ni que vaya a ganar algo, simplemente con la fe de que las palabras fluyen cuando vienen del corazón.

Y aquí me veo escribiendo nuevamente, aunque no en prosa, ni al más mínimo estilo de Gabriela.

Hoy se me cruzó un temita por la cabeza: la motivación. ¿por qué caminas? ¿por qué compartes con tu familia? ¿Por qué estudias? ¿Por qué por qué? Me puse medio Ellwanger para mis cosas.
Qué hacer ante la perdida de motivación, ante el desconsuelo, ante la ruptura de paradigmas. Recuerdo a los Alemanes de tercer Reich, las personas que luchaban por los ideales de una persona, ¡qué grosero proceso tener que desaprender! También complicado, aunque no sé si más que lo anterior, el reconocer que estabas equivocado y comenzar a echar cimientos donde quedó nada, ni nadie de tus queridos. ¿que haces?

Complicadicimo, eh? Tan complicado como elegir qué comer en un mall ante tanto combo 1,2,3000,4000... Aunque no tan enredado como el comprender qué corresponde a carga genética o a repercusiones del enrolarse en una determinada sociedad, cofradia, familia, colegio, etc. Lo manipulable de las personas. El conocer ciertas variables o categorías como le gusta a los antropologos y/o sociólogos, te puede convertir en un gran titiritero, en el movedor de hilos que dependiendo de vuestra sapiencia podrás darle un buen uso. A mi me asusta este tipo de personas, particularmente por el hecho de que fácilmente me convierto en una. Pero también, dentro de este circo de los últimos años, cambio frecuentemente de papel. Me da miedo, no, en realidad me da pena el saber que en este plazo, con tan poco puedo convertirme en un ser maquiavélico. Esa estrecha línea que con solo escuchar el viento podría ser beatificado hasta herejizado. Son las pequeñas particularidades dentro de este mundo de constantes que marcan la diferencia. En mi caso fue el llamado de un ángel. Mi abuela siempre rezaba conmigo el "ángel de la guarda", dulce compañía, ¿dónde estaba lo dulce? pues como siempre el postre se deja para el final. Mi ángel aunque no estaba a mi lado, estaba en mi corazón, sólo esperó el momento para presentarse frente a mi, cuando más lo necesite. Si no logra estar a mi lado para con su presencia ampararme, sus palabras susurradas a través de cualquier medio logran llenar mi alma transformando la noche en día. Ayer lo sentí. Puedo dar fe que mi ángel fue el que me llamó. No me sorprendió escucharlo, fue como si supiera que en algún momento del día él llegaría a la puerta de mi corazón. Gracias señor por entregarme tu bendición y la ayuda de este ángel. Espero no decepcionarte.

1 comentario:

  1. Era justo lo que necesitaba para completar el redondeo de la noche que acabo de finalizar cruzando el umbral de mi casa, con los oídos zumbando y la mente aún embotada por... otra motivación equivocada.
    Ya no sé de ángeles, y menos aún recuerdo cómo sonaban sus dulces cánticos cuando me llamaban; la edad ha apagado mucho de cuanto tuve de inocencia y esperanza, y hoy sólo me queda un resabio que asoma la nariz a la superficie cuando veo señales, cuando siento señales... y regresa al suelo como avestruz cuando, después de abrir los ojos, aquellas dos características se dan cuenta de que nunca debieron salir.
    Me voy a dormir pensando en lo que quise ver, en cuanto acerté y en cuanto me equivoqué. Me voy a dormir seleccionando un hecho de los que vinieron a conformar la verdad de mi equivocación; me voy a dormir con la certeza de que hay cosas que no son para mí.
    No conozco -y supongo que tampoco conoceré- las motivaciones de lo que acabo de leer, pero aún así te doy las gracias por haberlo escrito.
    ¿No sabes quién soy? Pues en medio del turno confié en tu criterio para despachar a un paciente...
    ¡Gracias!

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